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Cuando se instaló en tiempo récord el hospital de campaña en IFEMA, nos pareció algo inhumano.

Por la urgencia, el tamaño y la infraestructura que requirió, se rompieron casi todas las pautas de los planes de Humanización que, con tanto detalle, la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid ha venido elaborando en los últimos años.

Ni espacios amables, ni intimidad del paciente, ni visitas de familiares, ni actividades de desconexión. Todo parecía haber dejado de existir en esos días.

Sin embargo, hubo algo intangible que nos hizo sentir que este hospital levantado en IFEMA tenía alma: la de sanitarios, militares, limpiadores y todo el personal que se dejó, literalmente, una parte de su vida allí.

Y, por supuesto, el alma de cada paciente. Cada uno con su historia, con su tragedia. En muchos casos, más allá de su propia enfermedad. Entonces, más que nunca, el paciente estuvo en el centro.

La pandemia de la COVID-19 nos ha demostrado de manera rotunda que no existe la Humanización de la asistencia sanitaria sin la plena implicación de sus profesionales.

Buen ejemplo de ello es Mercedes Vicente de la Cruz, médico de Atención Primaria en un centro de salud de Madrid. La doctora fue movilizada a IFEMA desde la apertura del hospital de campaña. A través de su impresionante experiencia personal, nos explica cómo el equipo que trabajó allí supo humanizar lo inhumano.