Cómo identificar los aditivos y conservantes de los alimentos

Hay que empezar diciendo que, en el país en el que vivimos y en líneas generales, lo que comemos es bastante seguro. Lo cual no quiere decir que sea completamente sano o que no sea potencialmente perjudicial.

Con este post trato de informar de que, aunque lo que comemos pasa por unos controles exquisitos de calidad, muchos de los alimentos que compramos e ingerimos pueden contener componentes que, en altas cantidades, ya no los hagan tan beneficiosos para la salud.

La llamada “comida real” se basa en alimentos libres de aditivos y de procesados

No sabemos si será una moda pasajera o si viene para quedarse, pero cada vez hay más publicidad, oferta gastronómica, medios de comunicación y redes sociales que animan a apostar por lo que llaman “comida real” (bueno, en realidad, ellos lo llaman real food, pero a mí me gusta más el término en castellano). O lo que es lo mismo, comida libre de procesados, aditivos y conservantes. Ahora bien, ¿qué son esos aditivos y conservantes a los que se refieren? Y ¿son realmente tan perjudiciales para la salud? Vamos a intentar entenderlos.

¿A qué nos referimos con el término “aditivos”?

En primer lugar, hay que saber a qué nos referimos con el término “aditivos”. Casi que por el nombre es intuitivo: un aditivo alimentario es una sustancia que se añade a un alimento para ayudar a conservar y/o mejorar tanto el aspecto como su sabor.

Dentro de estos aditivos, los conservantes son sustancias que ayudan a que el alimento aguante más tiempo, manteniendo su sabor y evitando la aparición de moho. Entre ellos, se encuentran los agentes humectantes (que evitan que los alimentos se resequen), los que se añaden para mantener el color o los emulsionantes, que evitan que el agua y el aceite se separen y pueden encontrarse en mayonesas, helados o en la leche homogeneizada.

Desde la antigüedad, se vienen empleando aditivos/conservantes alimentarios naturales, como vinagre, especias, sal…, y ya en la segunda mitad del siglo XX se hicieron más complicados. Los laboratorios científicos empezaron a modificar algunos de los conservantes naturales y también crearon otros completamente sintéticos. Surgieron, así, los colorantes alimentarios y los edulcorantes artificiales, junto con una serie de otros aditivos y conservantes.

¿Son fáciles de identificar?

Con el fin de regular y estandarizar su uso, el Comité Científico de la Unión Europea ha establecido la letra como medida que debe acompañar a estos aditivos, con el fin de poder ser identificados en toda Europa. Aparecen en la etiqueta de ingredientes de los alimentos, que debe estar presente siempre.

¿Son los aditivos tan perjudiciales para la salud?

La cantidad de aditivos y conservantes que tienen los alimentos se encuentra, en términos generales, muy bien controlada, y no resultarían perjudiciales tomados en pequeñas cantidades.

Sin embargo, cada vez se abusa más de comida preparada, procesada, rápida, que es la más abundante en estas sustancias (bollería, hamburguesas, patatas fritas comerciales…). Si comparamos con una manzana, pocos aditivos nos vamos a encontrar en esta fruta.

Dentro de los aditivos, los que más riesgo tienen de producir alergias en las personas son los identificados como E-102 y E-120, y son los colorantes tartracina y carmina, respectivamente. Pueden producir urticaria y obstrucción nasal, aunque son efectos poco comunes si se toman sin abusar.

Os citaré otros aditivos que también pueden resultar perjudiciales:

EDULCORANTES ARTIFICIALES

Mucho se habla de ellos y suelen tener muy mala prensa. Se incluyen el aspartamo (E-951), el ácido ciclámico (E-952), la sacarina (E-954) y el acesulfamo K (E-950).

La mejor opción para endulzar son los edulcorantes naturales, como la canela o la mermelada de fruta casera.

Siempre que no se abuse, los edulcorantes artificiales son seguros, pero, en abundante cantidad, pueden alterar el metabolismo y algunos, incluso se han asociado a mayor riesgo de cáncer, dolores de cabeza, mareos y alucinaciones. Patologías y síntomas cada vez más en aumento en la sociedad…

En la línea de los sucedáneos del azúcar, se debe evitar como su sustituto del azúcar el aditivo jarabe de maíz alto en fructosa. Es particularmente nocivo. En 2010, investigadores de la Universidad de Princeton demostraron una clara relación entre su consumo y la obesidad. Las ratas cuyas dietas incluían JMAF ganaron más peso que las ratas que no lo consumían.

Así, aunque los edulcorantes tendrían que consumirse en cantidades muy altas para ser perjudiciales, mejor decantarnos por las opciones naturales, como nuez moscada, canela, anís, coco rallado, fruta casera elaborada en forma de compota o mermelada…

BROMATO DE POTASIO (E-924)

El Bromato de potasio (E-924) ha sido prohibido en todo el mundo a excepción de los Estados Unidos y Japón, porque se ha demostrado que causa cáncer en animales. Se utiliza para aumentar el volumen de los bollos y el pan.

El embutido debe tomarse con moderación y la opción más saludable es el jamón ibérico.

Si por algo le digo siempre a mis pacientes que eviten los embutidos, es por la presencia de los aditivos E-200:

  • Nitrato de sodio (E-251)
  • Nitrito de sodio (E-250)
  • Nitrato de Potasio (E-252)
  • Nitrito de Potasio (E-249) 

Se utilizan como conservantes en algunas carnes y en los embutidos para conservar su color y sabor. De ahí que el jamón York pueda aguantar bastante tiempo en la nevera… Destruyen los glóbulos rojos y son potencialmente cancerígenos. Así que mejor elegir como cena una ensalada o una tortilla francesa. Y, si queremos cenar algo de embutido de vez en cuando, mejor decantarnos por el jamón ibérico antes que el pavo o jamón York.

ADITIVOS BHA y BHT (E-320 Y E- 321)

Los problemas crecientes de fertilidad, las irregularidades menstruales, la impotencia, la hiperactividad, el asma, la rinitis, la dermatitis… podrían estar relacionados con el abuso de productos grasos que tengan los aditivos BHA y BHT (E-320 Y E- 321), y que se emplean para evitar que la grasa que contienen los alimentos que los llevan se vuelva rancia. Los podemos encontrar en carnes grasas, mantecados, polvorones, salsas, mayonesas. ¡Así que habrá que tener especial cuidado de cara a la Navidad!

Los pacientes asmáticos pueden reaccionar mal a algunas bebidas alcohólicas por los sulfitos que contienen

Los sulfitos son aditivos que se emplean para prevenir la aparición de moho, microbios, bacterias o levaduras en los alimentos. Se añaden a algunos vinos y frutas, aunque desde la década de 1980, el Congreso comenzó a instar a la FDA a prohibir los sulfitos en frutas y verduras crudas. Su principal riesgo es que pueden provocar reacciones alérgicas en mucha gente. Especialmente, los pacientes asmáticos y alérgicos deben evitar ingerir alimentos o bebidas conservadas con sulfitos: sulfito sódico, metilbisulfito potásico o bisulfito potásico, que contienen dióxido de sulfuro.

Así, puede suceder que, después de beber vino, se tenga una reacción alérgica o no se tolere bien. Una posible explicación sería el ser alérgico a los sulfitos añadidos para su conservación. Y esto es especialmente frecuente en los pacientes asmáticos.

GLUTAMATO MONOSÓDICO

Es frecuente escuchar a personas que, sistemáticamente, después de consumir un tipo concreto de comida, como la comida china, presentan dolor de cabeza. Una de las explicaciones es la presencia del glutamato monosódico y su empleo como aditivo para potenciar el sabor, especialmente en productos de larga duración. Entre los efectos secundarios, produce, como os he comentado, dolor de cabeza, pero también náuseas y/o vómitos en personas susceptibles.

Las grasas trans o parcialmente hidrogenadas mejoran el sabor de los alimentos y ayudan a que duren más

Otro aditivo muy popular son las coloquialmente llamadas «grasas trans». Se trata de aceites vegetales parcialmente hidrogenados: a los átomos de hidrógeno se le agregan los aceites vegetales regulares para aumentar su saturación. Como resultado de ello, son más fáciles de hornear y tienen una vida útil más larga.

El problema es que es más que conocido que aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares, suben los niveles de colesterol y de glucosa y favorecen el aumento de peso. Pese a todo ello, muchos alimentos las siguen conteniendo…

PROPILGALATO

Y cuidado también con el propilgalato, que es otro conservante que deberíamos vigilar y eliminar. Se utiliza para el mantenimiento de la grasa y el aceite y, a menudo, se emplea en combinación con el BHA y BHT. A veces, se encuentra en productos de la carne, bases de sopa de pollo y chicles, alimentos de consumo bastante habitual.

No se ha probado que el propilgalato sea cancerígeno, pero algunos estudios realizados con animales han indicado que podría haber una relación entre su uso y el cáncer y, por ellom se recomienda estar alerta y mejor evitarlo.

¿Hay aditivos que sean más seguros?

Viendo esta lista de aditivos potencialmente perjudiciales, uno se pregunta si no habrá alguno que pueda ser consumido con mayor seguridad.

Los aditivos antioxidantes de origen natural son los más recomendables para la conservación saludable de los alimentos. Y, entre ellos, se encuentran algunas vitaminas. Así, el E-300, aunque parezca mentira, es un aditivo natural que se corresponde con la vitamina C, un potente antioxidante. Por supuesto, no es perjudicial para la salud y se emplea para mejorar y potenciar las propiedades de las harinas, como las empleadas en la elaboración del pan.

Otro aditivo natural es la vitamina E o tocoferol, el E-306. También es un potente antioxidante y se utiliza para estabilizar los componentes de los alimentos. Al ser liposoluble (se disuelve en la grasa), se usa en productos grasos (aceites comestibles, quesos y otros productos lácteos, por ejemplo). Su versión sintética es el E-308 o: Gamma-tocoferol. Actúa como la vitamina E, aunque es más frecuente en productos para bajar peso y tampoco supone un riesgo para la salud.

El lactato sódico o E-325, a pesar de su nombre y de tener un origen sintético y no natural, no es perjudicial para la salud. Solo deben tener cuidado las personas con intolerancia a la lactosa. Reduce la presencia de ácidos en los alimentos, ayuda a su conservación al ser antioxidante y actúa como humectante y espesante. El E-326 o lactato potásico tiene las mismas propiedades que el E-325 y procede del ácido láctico.

Como se ve, la lista de aditivos es bastante larga y compleja. Se debe actuar con cautela y sin sacar las cosas de quicio: los alimentos que se consumen hoy en día están muy vigilados y supervisados y no vamos a desarrollar un cáncer por tomar un bollo de vez en cuando. Lo que hay que tener cuidado es en no abusar de la comida procesada, de los fiambres, bollería… para no producir un efecto acumulativo de estos aditivos.

Y, aunque todavía es un campo en investigación, algunos estudios sí que relacionarían estos aditivos con el incremento en la sociedad de enfermedades como la diabetes, el sobrepeso, alergias, problemas de fertilidad…

Lo recomendable es intentar apostar por una alimentación lo más natural posible y que no necesite de aditivos o los menos posibles para su conservación. De esta manera, cuando vayamos a hacer la compra, conviene fijarse en la etiqueta de los alimentos y escoger aquellos que registren los menos componentes posibles.

Sobre todo, debemos evitar aquellos que incluyan palabras como azúcares añadidos, aceites vegetales refinados, harinas refinadas, aditivos, conservantes, sal/sodio… Y, en su lugar, apostar por los “procesados” saludables:

  • Legumbres de bote (garbanzos, lentejas, alubias blancas…).
  • Latas de pescado en aceite de oliva y no de girasol (atún, bonito, sardinas, sardinas, caballa…).
  • Latas al natural (atún, bonito, espárragos, grelos, alcachofas, espinacas, acelgas, apio, brotes de soja, zanahoria, remolacha, aceitunas, berberechos, mejillones, pepinillos…).
  • Verduras congeladas
  • Fruta desecada
  • Gazpacho envasado
  • Caldos bajos en sal

Tampoco debemos dejarnos engañar por términos como sin “azúcar/zero” o “integrales”, que, como vemos, pueden llevar otros componentes/aditivos mucho más perjudiciales para potenciar su sabor.

En muchas ocasiones, no se necesitan cambios extraordinarios, fármacos poderosos o estudios complejos para potenciar la salud. El ejercicio, el descanso y volver a la alimentación simple y tradicional son medidas eficaces y sencillas con los que nuestra calidad de vida, sin duda, mejorará.