Después de más de un año del inicio de esta terrible pandemia, cada vez se sabe más sobre la COVID-19. Se conocen los factores de riesgo para infectarse, los que pueden empeorar la enfermedad y, lo que es más importante, se conocen las estrategias que podemos seguir, para que, en caso de presentarse la infección por nuevo coronavirus, esta pueda resolverse de la mejor manera posible.
Determinadas enfermedades y factores de riesgo empeoran el pronóstico en caso de COVID-19
Así, hay personas que tienen un mayor riesgo de tener síntomas graves con la infección y una peor evolución. Algunos factores de riesgo son imposibles de modificar, pero otros podemos atajarlos y controlarlos fácilmente, dificultándole el camino al virus todo lo que nos sea posible.
EDAD AVANZADA. La infección por COVID-19 puede producirse a cualquier edad, incluso en los niños, pero los mayores de 85 son los que corren más riesgo de tener síntomas graves y en los que se incrementa el riesgo de mortalidad. La edad es un elemento que no podemos modificar, pero sí podemos mejorar o evitar el resto de los factores de riesgo para la enfermedad, evitando un efecto sumatorio de todos ellos con el consiguiente incremento de la posibilidad de gravedad (podemos evitar el sobrepeso, no fumar, podemos seguir una dieta equilibrada, hacer ejercicio físico con regularidad…)
PROBLEMAS PULMONARES: el virus es especialmente agresivo en los pulmones, por lo que es más probable desarrollar síntomas graves si se tiene una enfermedad preexistente del aparato respiratorio. Entre estas patologías, estarían sobre todo la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o un cáncer de pulmón. Otras como la fibrosis quística, fibrosis pulmonar o el asma moderado a severo, también pueden incrementar el riesgo de gravedad. No fumar, hacer ejercicio físico y tener una dieta rica en frutas y verduras y exenta de procesados son hábitos que van a contribuir a tener un sistema inmunológico más fuerte y una mejor capacidad pulmonar, con lo que el riesgo de empeoramiento en caso de enfermedad se va a ver notablemente disminuido.
ENFERMEDADES CARDÍACAS: la enfermedad cardíaca grave, como una insuficiencia cardíaca avanzada, miocardiopatía hipertrófica (tener un corazón muy grande, generalmente por hipertensión arterial), arritmias, o la tensión arterial elevada también aumentan el riesgo de gravedad o las probabilidades de tener síntomas graves en caso de contraer el COVID-19. Tener un seguimiento adecuado por el cardiólogo, realizar una dieta saludable y mantener un peso adecuado y unas cifras correctas de tensión arterial disminuirían las probabilidades de enfermedad más grave.
CÁNCER Y ALGUNOS TRANSTORNOS SANGUÍNEOS: dependiendo del tipo de cáncer y del tratamiento que se esté recibiendo, puede aumentar el riesgo de enfermedad por COVID-19, así como de tener un peor pronóstico. Al igual que algunas enfermedades de la sangre, como la anemia de células falciformes, que también aumenta el riesgo de padecer síntomas graves de COVID-19. En ella, los glóbulos rojos cambian su forma habitual y adoptan la forma de la letra “C”. Estos glóbulos rojos deformados mueren antes de tiempo y el oxígeno no puede ser transportado por todo el organismo. Además, se producen obstrucciones dolorosas en pequeños vasos de la sangre. La talasemia también puede facilitar el tener síntomas graves de COVID-19. Dependiendo del tipo y gravedad de la talasemia, el organismo podría no generar suficiente hemoglobina, lo que acabaría afectando a la capacidad de los glóbulos rojos para transportar el oxígeno por todo el organismo empeorando el curso de la enfermedad en caso de infección por COVID.
La diabetes y la obesidad debilitan el sistema inmunológico, pero no aumentan el riesgo de COVID-19, aunque sí de un peor pronóstico
DIABETES Y OBESIDAD: ambos problemas reducen la eficiencia del sistema inmunitario y aumentan el riesgo de gravedad en caso de infecciones en general. Aunque la diabetes o la obesidad no aumentan el riesgo de infección por COVID-19, sí presentan más riesgo de empeoramiento por la enfermedad, de síndrome de dificultad respiratoria aguda y de mortalidad. Así, una vez adquirida la COVID-19, la diabetes ha demostrado de forma consistente ser un factor de riesgo de mal pronóstico.
La COVID-19 multiplica por 3 el riesgo de fallecimiento en los enfermos con diabetes ingresados en UCI
La probabilidad de desarrollar un cuadro severo e ingresar en las unidades de cuidados intensivos (UCI) es de más del doble en las personas con diabetes y la mortalidad descrita es hasta 3 veces superior (21-31 %).
Esto se explica porque la diabetes supone un estado de inflamación crónica y un deterioro de la respuesta inmunológica. A esto se suma una alteración de la coagulación que constituiría, junto a los factores anteriores, los mecanismos fisiopatológicos subyacentes que contribuyen al aumento de la morbimortalidad de la COVID-19 en las personas con diabetes.
Se ha descrito además un posible daño directo al páncreas por el SARS-cov-2, que podría empeorar el control de la glucosa y la hiperglucemia, o incluso inducir la aparición de diabetes transitoria.
Niveles elevados y sostenidos de azúcar en sangre empeoran el pronóstico de muchas infecciones víricas, incluida la COVID-19
Aún faltan estudios que especifiquen el impacto directo de la hiperglucemia sostenida en los resultados clínicos de los pacientes con COVID-19 y diabetes, pero sí se cuentan con resultados experimentales que sugieren el papel de la hiperglucemia en el empeoramiento y pronóstico de otras enfermedades virales. Por lo tanto, cabe esperar que esta hiperglucemia también empeoraría el curso de los enfermos con COVID-19.
Como he comentado antes, la hiperglucemia se asocia con mayor morbimortalidad en pacientes con síndrome respiratorio agudo grave (SRAS) y la optimización del control glucémico reduce las complicaciones, incluidas las sobreinfecciones.
Por todo esto, es muy importante mantener unos buenos niveles de glucosa y un buen control de la diabetes, tanto en pacientes hospitalizados con la infección como en aquellos que no están infectados. Y, lo más importante, el control adecuado de la hiperglucemia ha demostrado que conduce a una menor tasa de desenlaces adversos, ingresos y mortalidad.
¿Qué cuidados y pautas deberían seguir los pacientes con diabetes para evitar o reducir la gravedad en caso de enfermedad por COVID-19?
En primer lugar, prevenir la infección, y, por tanto, nada diferente a lo que estamos haciendo desde hace más de un año toda la población, pero especialmente intensificado en el caso de los diabéticos: distanciamiento social, mascarilla, higiene de las manos. Fundamental y, como base de todo lo demás, llevar un estilo de vida saludable:
- Alimentación sana y con el aporte adecuado de calorías (sobre todo, evitar la sobrealimentación y el consumo de alimentos ultraprocesados e hipercalóricos).
- Ejercicio físico habitual, preferentemente a diario.
- No fumar o plantearse abandonar este hábito poco a poco.
- Control riguroso de la diabetes: hay que intentar alcanzar unos niveles de glucosa y un control de la diabetes lo más correcto posible. Esto implica mantenerse en el peso correspondiente, llevar una hidratación adecuada, monitorizar de forma más frecuente de la glucemia, tener al día el material de monitorización de glucosa y fármacos, y muy importante, contar con apoyo familiar y psico-emocional, pues es bien sabido que el estrés o la carga emocional pueden alterar notablemente los niveles de glucosa en sangre.
- Seguimiento por endocrino en los plazos establecidos: es especialmente importante estar al día con las revisiones endocrinas habituales y comprobar con los análisis correspondientes los valores de la hba1c, con el fin de optimizar la dieta y la medicación hasta alcanzar unos valores lo más disminuidos posibles en función de cada paciente y cada franja de edad.
- Control y tratamiento del resto de factores de riesgo de la diabetes: por supuesto, no debemos descuidar el control de la tensión arterial, colesterol y triglicéridos, revisión habitual con cardiología y cuidado de la función renal, heridas, ojos y pies.
El sobrepeso y la obesidad son un factor de riesgo muy importante en caso de COVID-19
De la misma manera que la diabetes, la obesidad es un factor pronóstico de mortalidad en los enfermos de COVID-19. Según un estudio realizado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, el sobrepeso y la obesidad son un factor de riesgo importante.
A medida que aumenta el índice de masa corporal (IMC), se eleva el riesgo de hospitalización y muerte, de tal manera que un IMC por encima de 45, catalogada como obesidad severa, tienen un 33 % más de probabilidades de ser hospitalizados y un 61 % más de mortalidad que aquellos que tienen un peso saludable.
De hecho, la obesidad se presenta como el factor de riesgo más determinante para desarrollar una enfermedad severa por COVID-19, un peor pronóstico y un mayor riesgo de entrada en UCI y necesidad de ventilación mecánica, por delante incluso de las enfermedades cardiovasculares y pulmonares.
La obesidad suele traer asociadas otras patologías que empeoran la enfermedad
El problema es que los pacientes con obesidad o sobrepeso suelen presentar asociados otros problemas de salud también determinantes y sumatorios para el empeoramiento por COVID-19, como la diabetes, la tensión alta, problemas de colesterol o enfermedades cardiovasculares.
Además, la obesidad y en especial la grasa visceral (hígado graso, grasa abdominal, la más peligrosa), como vimos con la diabetes, supone un estado proinflamatorio crónico que empeora notablemente en la COVID-19 y la respuesta inflamatoria generalizada que se produce.
Hay estudios que incluso sugieren que el tejido adiposo tiene más facilidad para permitir la entrada del virus en las células y que, por tanto, a más grasa en el cuerpo, mayor carga viral y mayor contagiosidad. Todavía los datos no son concluyentes.
Otro problema añadido que tiene la obesidad es que el aumento del perímetro abdominal supone una limitación a la capacidad respiratoria, por lo que, en el caso de entrada en UCI, estos pacientes van a necesitar por más tiempo de la ventilación mecánica, así como una dosis más alta de fármacos para controlar la enfermedad
Además, en estos pacientes, la movilización, intubación o realización de pruebas diagnósticas resulta más complejo de realizar que en aquellos que presentan un peso dentro de lo normal.
Todo esto hace reflexionar muy seriamente sobre la herramienta tan potente que tenemos en nuestras manos para cuidarnos y prevenir o solucionar el sobrepeso y la obesidad.
Hacer ejercicio, mantener un peso adecuado y comer de manera saludable son herramientas sencillas y baratas que están al alcance de casi todos
A veces, una diabetes, la hipertensión o padecer EPOC no pueden evitarse, pero cuidar la alimentación, hacer ejercicio físico o ponernos en manos de profesionales que nos ayuden a conseguirlo sí que podemos llevarlo a cabo. La obesidad y el sobrepeso son enfermedades evitables y curables.
Cualquier enfermedad del tiroides controlada no aumenta el riesgo de infección o mortalidad por COVID-19
Importante destacar que el hiper o el hipotiroidismo NO aumentan el riesgo de COVID-19 como tampoco los pacientes con estas enfermedades tienen más riesgo de enfermedad grave o de mortalidad en caso de infección por COVID-19.
Sería en el caso de disfunción tiroidea importante o no controlada cuando podría haber más riesgo de empeoramiento en caso de COVID-19, como sucedería en el caso de cualquier otra enfermedad severa.
Las mejores armas contra el COVID-19: dieta equilibrada, distancia de seguridad, actividad física regular y control del peso y de las enfermedades crónicas
Lo que tenemos claro desde el inicio de todo esto es que el virus no es invencible y que podemos plantarle cara y salir gloriosos de todo esto. Es fundamental para ello armarnos de los mejores escudos protectores de que disponemos hasta la fecha:
- Mantener controladas las enfermedades crónicas en caso de padecerlas.
- Seguir una dieta equilibrada rica en antioxidantes, vitaminas, proteínas y libre de procesados.
- Hacer ejercicio físico con regularidad.
- Cultivar la salud mental.
- Mantenerse, en la medida que sea posible dentro de un peso adecuado.
En segundo lugar, debemos protegernos y evitar riesgos innecesarios aplicando las medidas que ya todos conocemos, pero que a veces olvidamos:
- Usar mascarillas. En el caso de comer en un restaurante aunque sea en terraza, quitarte solo la mascarilla a la hora de comer o beber, volviéndotela a colocar rápidamente cuando hayas terminado.
- Guardar la distancia social.
- Evitar permanecer en sitios muy concurridos donde no se pueda mantener la distancia de 2 metros de seguridad.
- Lavarse frecuentemente las manos con agua y jabón.
- Emplear desinfectante para manos a base de alcohol, que contenga al menos 60 % de alcoho
El talón de Aquiles del COVID-19: la vacunación
Y por encima de todo, el arma más protectora es la vacunación: el único camino a día de hoy que puede conseguir mantener el virus a raja tabla.
Tenemos que confiar en la eficacia de las vacunas, ya que son la mejor arma que ha conseguido la supervivencia de la humanidad.
Se sabe que el riesgo de presentar un efecto trombótico es menor al 0,06 % para la vacuna de Astrazeneca y 0,0009 % para la de Janssen.
Si lo comparamos con las actividades que realizamos en la vida normal, las personas que fuman tienen un riesgo de 0,28 %, las mujeres que usan anticonceptivos, del 0,13 % o, si viajamos por avión más de 4 horas, es un riesgo de 4 a 12 % para tener un fenómeno trombótico.
Y lo más destacado, si por desgracia nos infectamos por COVID-19, el riesgo aumenta a un 5 % o, si entramos a la unidad de cuidados intensivos, el riesgo ascendería hasta el 20 % -25 %. Es para valorarlo…
Por tanto, es evidente que todos nosotros debemos vacunarnos y es indudable que por encima de los escasísimos efectos secundarios que se puedan tener con la vacunación, los beneficios que se consiguen con ella son infinitamente superiores.
La vacuna debe ser prioritaria en pacientes con diabetes y obesidad
Es muy importante que no duden en vacunarse personas con diabetes y obesidad porque, como ya os he comentado anteriormente, son población especialmente vulnerable en caso de infección.
No duden tampoco en vacunarse las personas con patología relacionada con el tiroides: la vacuna no está contraindicada en su caso ni va a suponer un empeoramiento de la enfermedad.
Todos juntos saldremos de esto, confiemos en la ciencia y en el poder de la humanidad.