Cada vez son más las personas que presentan síntomas digestivos de manera continuada, del tipo distensión abdominal, gases, digestiones pesadas, reflujo… Y no es extraño, ya que la mala alimentación, el estrés y la falta de descanso están a la orden del día.
Dolores de cabeza, insomnio, irritabilidad… Pueden ser consecuencia de una alteración en la flora intestinal
El estrés diario, una mala alimentación, el estreñimiento, la contaminación ambiental, el tabaco y el alcohol… influyen de manera muy negativa en la microbiota intestinal, que es la encargada, ya no solo de conseguir una correcta digestión y absorción de los nutrientes que tomamos, sino que, tal y como se ha visto en los últimos años, tiene una importantísima relación con el cerebro y el sistema inmunitario y endocrino.
Esto justificaría que situaciones de estrés y/o mala alimentación nos hagan más vulnerables a digestiones pesadas, desarrollo de enfermedades autoinmunes, intolerancias alimentarias e incluso aumento de peso, hipertensión o diabetes. Este punto es muy importante porque, en muchas ocasiones, síntomas de insomnio, irritabilidad, distensión abdominal o cansancio constante pueden ser consecuencia de una disbiosis intestinal, una malabsorción de nutrientes y, en consecuencia, una alteración del eje microbiota-intestino, cerebro-sistema inmunológico y endocrino.
Enlazando con el tema de la intolerancia a la fructosa, habría que puntualizar, en primer lugar, que se pueden dar dos tipos de intolerancias la fructosa.
La intolerancia a la fructosa como tal es hereditaria y se manifiesta en el lactante con bajo peso, vómitos, diarrea y distensión abdominal
Un tipo de intolerancia es primaria y se conoce como intolerancia hereditaria a la fructosa. Es debida a un fallo en el transportador de la fructosa de la mucosa intestinal y tiene una base genética. Se da en 1 de cada 20.000 personas.
Los síntomas suelen iniciarse con la introducción de alimentos con fructosa (fruta, cereales preparados, etc.) en el lactante y puede mejorar con un diagnóstico temprano y un buen tratamiento dietético, aunque la situación se mantiene de por vida.
La malabsorción a la fructosa puede ser transitoria y aparecer a consecuencia de una enfermedad del aparato intestinal
El segundo tipo de intolerancia a la fructosa se conoce como malabsorción a la fructosa y es una situación bastante más común, que afecta a más de un 30 % de la población.
Es debida a una enfermedad intestinal de base (celiaquía, enfermedad de Crohn, gastroenteritis, etc.) o a alguna modificación en la microbiota intestinal (disbiosis, sobrecrecimiento bacteriano) que alteran el borde en cepillo de la mucosa del intestino.
Esto ocasiona que las células intestinales no sean capaces de absorber de manera total o parcial la fructosa, haciendo que esta avance hasta el colon, donde será fermentada por las bacterias intestinales, generando síntomas gastrointestinales como diarreas, dolor abdominal, náuseas o gases.
El punto importante es que también se pueden tener síntomas extradigestivos igual o más limitantes que los anteriores, tales como:
- Cefaleas
- Depresión
- Fiebre
- Sensación de frío
- Llagas y úlceras en la lengua
- Disminución de la capacidad de concentración y atención
- Picores en la piel sin causa alguna
- Sequedad de piel y/o distintos tipos de dermatitis
- Alteraciones menstruales
- Caída de pelo y debilidad de uñas
- Dolores musculares, con contracturas frecuentes
- Problemas urológicos
- Pérdida de peso
- Alteraciones de la lívido
Así que hay que estar atentos y tratar de buscar ayuda, porque, a lo mejor, una situación continuada de cansancio crónico, insomnio o digestiones pesadas puede deberse a un problema digestivo de malabsorción alimentaria y no simplemente a la consecuencia del estrés del día a día y la falta de horas de sueño.
En muchas ocasiones, este síndrome de malabsorción se puede revertir si se soluciona la patología que lo ha ocasionado, aunque habrá determinados casos en los que la situación puede mejorar, pero mantenerse de por vida.
El test de aire espirado analiza los gases producidos por la fermentación de la fructosa cuando existe una mala absorción intestinal
Para hacer el diagnóstico de malabsorción a la fructosa se recurre al test de aire espirado con fructosa. Lo que se trata de ver con este test es que, si la fructosa no se ha podido absorber completamente en el intestino delgado porque existe un problema de malabsorción, pasará al intestino grueso. Allí, las bacterias existentes comenzarán a fermentarla liberando gas hidrógeno y metano, responsables en un primer momento de los síntomas que tienen los pacientes. Estos gases serán absorbidos y eliminados en parte por la vía respiratoria, pudiendo ser detectados con el test de aire espirado.
Es importante que el laboratorio analice los dos tipos de gases y no solo el hidrógeno, ya que hay bacterias dentro de la flora intestinal que solo producen metano al digerir la fructosa.
Para la realización de esta prueba, se da una cantidad controlada de fructosa y se requiere de una preparación especial previamente. Así, no se pueden tomar antibióticos el mes anterior, hay que evitar alimentos flatulentos la noche previa y no pintarse los labios, tomar chicles o beber agua durante el día y las 3 horas que suele durar la prueba.
Durante 6-8 semanas se recomienda una dieta restrictiva por completo en alimentos con fructosa
Una vez diagnosticada la malabsorción a la fructosa habría que buscar la causa que la ha desencadenado (sobrecrecimiento bacteriano, celiaquía, Crohn…) y empezar una dieta restrictiva en fructosa. Esta restricción variará en función de cada persona dependiendo de si la malabsorción es total o parcial y el grado de intolerancia a la fructosa que se padezca. Al principio, se recomienda que la restricción sea estricta para estabilizar al máximo la mucosa intestinal y, pasados unos meses, reintroducir gradualmente la fructosa evaluando la respuesta individual y la tolerancia de cada persona.
Los alimentos llamados sin azúcar y determinados fármacos pueden contener también fructosa o sorbitol
Inicialmente se deben eliminar de la dieta los alimentos que contengan fructosa, pero también sacarosa (disacárido formado por glucosa + fructosa) y sorbitol, que es un polialcohol de azúcar que puede interferir con la absorción de la fructosa.
Es importante aprender a leer las etiquetas de los alimentos y medicamentos, ya que la fructosa o el sorbitol se añaden como edulcorantes en productos dietéticos o para diabéticos y también se usan como excipientes en algunos fármacos. Por ejemplo, muchos cereales para desayuno están edulcorados con jarabe de maíz, que tiene fructosa.
- La fructosa se encuentra sobre todo en la miel, frutas y en menor cantidad en las verduras.
- La sacarosa se encuentra en el azúcar que consumimos en casa, ya sea blanco o moreno y, por tanto, está presente en una gran variedad de productos dulces, como las galletas, bollería, cereales de desayuno, postres… y algunas frutas (1-12 %) y verduras (1-6 %). Además, se emplea en la elaboración de algunos jarabes y medicamentos infantiles.
- El sorbitol se puede encontrar en algunas frutas, como las manzanas, en determinadas verduras y, sobre todo, es utilizado como edulcorante en múltiples productos dietéticos o en los chicles.
La glucosa libre y alimentos con un mayor contenido en glucosa que en fructosa favorecen la absorción de fructosa
Hay que señalar que la presencia de glucosa en un alimento favorece la absorción de la fructosa y los alimentos con cantidad superior de fructosa que de glucosa serán peor tolerados.
Por otra parte, las frutas con un contenido similar de fructosa y glucosa (o con una relación de fructosa/glucosa baja) y bajo contenido en sorbitol, se suelen tolerar bastante bien.
- Las frutas menos maduras tienen menos azúcares y suelen tolerarse mejor. Como ejemplo práctico, entre las frutas que se pueden tomar por presentar un contenido mayo o similar de glucosa que de fructosa tenemos el kiwi, la mandarina y, aunque pueda sorprender, el plátano.
- Sin embargo, las cerezas, albaricoque, arándanos o la manzana, aunque mantengan esta relación glucosa/fructosa similar, el elevado contenido en sorbitol que presentan fuerza a retirarlos inicialmente de la dieta.
Hay que matizar que cada persona tiene un grado de intolerancia diferente, por lo que siempre hay que examinar de manera individual el tipo y la cantidad de fruta o alimento que se puede ingerir al día sin presentar ninguna sintomatología.
No obstante, una vez diagnosticada la malabsorción a la fructosa, lo recomendable es realizar una dieta estricta sin apenas frutas y limitada en verduras durante al menos cuatro a ocho semanas y posteriormente ir reintroduciendo progresivamente alimentos según tolerancia.
Las legumbres o los cereales integrales también tienen dificultades de absorción en la intolerancia a la fructosa
Otros alimentos que deben ser eliminados inicialmente de la dieta son aquellos ricos en fructooligosacáridos (compuestos por cadenas cortas de fructosa), pues al estar compuesto también por moléculas de fructosa, no se absorben por completo en el intestino delgado y pasarán, como hemos comentado, al intestino grueso fermentando. Son alimentos ricos en fructooligosacáridos las legumbres, frutos secos y los cereales integrales.
- Si queremos comer pan, es mejor elegirlo de espelta o de centeno.
- Quinoa como legumbre.
- La pasta, mejor con harina refinada a integral, ya que la cantidad de fructosa en estos alimentos es menor que en la otra variedad.
No obstante, para solucionar por completo el problema, la restricción de la fructosa de la dieta deberá ir acompañada de un estudio digestivo acerca de por qué se está teniendo dicha malabsorción (celiaquía, parásitos, sobrecrecimiento bacteriano, disbiosis intestinal…), tratar de solventar el problema y restablecer la flora intestinal. No sirve de nada eliminar la fructosa de la alimentación si no solucionamos el problema que lo está desencadenando.
La malabsorción a la fructosa es un problema creciente e importante que es preciso tener siempre presente cuando se tienen síntomas digestivos y extradigestivos. No debemos olvidarlo, ya que síntomas como el insomnio, irritabilidad, cansancio crónico, dolores de cabeza… pueden ser consecuencia de este trastorno digestivo. No llegar a diagnosticarlo por falta de asociación condena al paciente a un estado crónico de mala calidad de vida.
Cada día se está viendo más la importancia de mantener en buen estado la flora intestinal y la enorme relación que mantiene con enfermedades digestivas, endocrinas, inmunológicas o neurodegenerativas.
Es el momento de potenciar el consumo de alimentos naturales, frutas, verduras, semillas, frutos secos, fermentados, unido a ejercicio físico. Cuidarnos desde dentro para estar bien por fuera.