Cada vez somos más conscientes del notable incremento de enfermedades como la diabetes, la obesidad o los problemas de tiroides, pero también de enfermedades cardiovasculares, trastornos de déficit de atención e hiperactividad o alteraciones en la fertilidad. En muchas de estas patologías, aunque no en todas, juegan un papel muy importante los hábitos de vida relacionados con la alimentación, el consumo de tóxicos, la actividad física… pero, en general, todas tienen en común que se pueden desencadenar por los llamados disruptores endocrinos (sustancias nada beneficiosas a las que aludo en el titular).
Enfermedades como la diabetes, la hipercolesterolemia, la obesidad o el déficit de atención pueden estar relacionados con la exposición a sustancias nocivas
Los disruptores endocrinos son sustancias químicas que pueden alterar el funcionamiento normal de nuestras hormonas, lo que puede tener como consecuencias:
- Problemas de fertilidad (pérdida de calidad del semen, pubertad precoz, cáncer de mama y próstata, endometriosis).
- Favorecer el sobrepeso y la obesidad.
- Propiciar otras enfermedades metabólicas como la diabetes, así como los trastornos neurológicos, el aumento de las enfermedades cardiovasculares o los problemas de tiroides, entre otros.
Lamentablemente, estas sustancias se encuentran en muchos productos y hasta en alimentos de los que estamos rodeados y que son de uso común. Además, tienen un efecto acumulativo en el organismo, pudiéndose transmitir de generación en generación, aun sin apenas producir síntomas detectables.
Plásticos, envases, juguetes o determinados cosméticos pueden contener disruptores endocrinos
Como ya os digo, están por todas partes: en casa, en el trabajo, en el coche o incluso en el campo, ya que forman parte de algunos alimentos, de pesticidas, en productos de higiene personal y de limpieza, materiales de construcción, plásticos, ambientadores, insecticidas, determinadas prendas de ropa y juguetes, electrodomésticos y aparatos electrónicos, entre otros.
Por ejemplo, y como veremos más adelante, hay evidencia de la existencia de los siguientes disruptores endocrinos:
- Ftalatos, en juguetes, perfumes o productos de cosmética no regulados por la UE.
- Parabenos en cosméticos o aditivos alimentarios.
- Bisfenoles en botellas y tuppers de plástico, latas o tickets de la compra, y en compuestos de determinados productos electrónicos y muebles.
Podemos entrar en contacto con ellos por la piel, a través de la dieta o respirando e, incluso, pueden atravesar la barrera placentaria y llegar al feto. Algunos permanecen en el cuerpo solo unas horas o días, pero otros pueden permanecer hasta 10 años.
Son muchas las sustancias químicas que forman parte de ellos y que pueden alterar el sistema endocrino. Podemos destacar las siguientes:
- Pesticidas y herbicidas
- Determinados filtros UV utilizados en los protectores solares
- Conservantes utilizados en productos cosméticos
- Hormonas sintéticas que se utilizan para el engorde del ganado o para algunos tratamientos médicos
- Otros menos conocidos como las dioxinas, furanos, PCB, bisfenoles, alquilfenoles o benzofenonas, filatos.
Los disruptores endocrinos pueden bloquear, imitar, sobre estimular o alterar el funcionamiento de las hormonas
¿Y cómo actúan los disruptores endocrinos?
- Algunos actúan como auténticos imitadores de las hormonas, esto es, se unen al receptor o, para que lo entendamos, cerradura de la hormona, estimulándola y haciendo que trabaje por encima de su ritmo habitual, pudiendo, además, hacerlo en momentos en que debería estar en silencio. (Muchas hormonas siguen ciclos de secreción que son fundamentales para su correcto funcionamiento).
- En algunas ocasiones, los disruptores se unen al receptor de la hormona, pero no la estimulan, sino que la bloquean e impiden que haga su función total o parcialmente.
- Otros simplemente se unen a proteínas de transporte que están en el plasma de la sangre, alterando la unión de otros compuestos a sus transportadores y alterando el equilibrio del organismo.
- También hay disruptores que no actúan directamente sobre la hormona, pero sí alteran su secreción y desarrollo, acelerando o retrasando procesos metabólicos naturales del organismo.
¿Qué tipos de disruptores endocrinos podemos encontrar?
Los alquilfenoles pueden estar en algunos PVC de los hogares y actúan como estrógenos, pudiendo alterar los ciclos reproductivos
- Alquilfenol: engloba un grupo de sustancias químicas que se usan como herbicidas para fabricar PVC y para sintetizar poliestireno modificado. Según la EPA, son potencialmente tóxicos, persisten en el entorno y tienen la capacidad de bioacumularse. Podemos encontrarlos en algunas aguas depuradas de determinadas regiones y en los lodos de las aguas residuales, y muy habitual en el PVC de muchos tubos de los hogares. Así, se han detectado restos de plástico en estos tubos de PVC de los conductos de canalización, que conectan las plantas potabilizadoras de agua con nuestras casas. Actúan como si fueran un estrógeno, pero de manera equivocada, por lo que pueden alterar el sistema reproductivo femenino, la fertilidad y las características reproductivas secundarias. Además, se han relacionado con la aparición de algunos tipos de cánceres
El bisfenol a está muy presente en determinados plásticos usados para conservar alimentos
- Bisfenol A (BPA): es de los disruptores endocrinos más frecuentes entre nosotros. Forma parte de una gran cantidad de plásticos: algunas polisulfonas (plásticos que resisten temperaturas altas), policarbonatos (presentes en techos y cubiertas de edificios), resinas epoxi (es un tipo de adhesivo que se utiliza en la construcción de aviones, automóviles, esquís…) y materiales para la construcción de los nichos. Cada vez se fabrican más plásticos libres de BPA, pero, aún así, se ha detectado su filtración en comidas y bebidas que se guardan en envases de plástico con BPA. Los organismos médicos gubernamentales aconsejan evitar los envases plásticos con BPA, sobre todo, si estos se van a exponer al calor. También actúan como un estrógeno, y su presencia se ha relacionado con daños cerebrales en niños, aumento de la presión arterial, diabetes y enfermedad cardiovascular en adultos.
Dicloro difenil tricloroetano (DDT) se utiliza en la elaboración de pesticidas, pero desde hace bastantes años está prohibido su uso
- Dioxinas: estos compuestos se obtienen a partir de procedimientos de combustión que tienen como principal implicado al cloro. Se van almacenando en el ambiente aumentando su toxicidad cuanta más concentración acumulen. Pueden aparecer en la alimentación humana, pero en cantidades mínimas o trazas. La mejor manera de prevenir o reducir que nos veamos expuestos a ellas es que se controlen de manera estricta las fuentes de origen y los procesos industriales, así como los piensos de los animales que también se han identificado como formas de contaminación. La OMS y las autoridades sanitarias realizan gran cantidad de actividades para prevenir incidencias y contaminaciones. De manera individual, lo que nosotros podemos hacer es priorizar el consumo de carnes bajas en grasas y lácteos desnatados, para prevenir la exposición a grasas contaminadas con dioxinas. Seguir una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras y cereales y, si es posible, ecológicos, contribuye a evitar una exposición excesiva a la fuente de dioxinas.
- Hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP): aunque se localizan en fuentes naturales o tras la combustión incompleta de la materia orgánica, a nosotros nos interesan porque el humo del tabaco es el agente causal del 90 % de los niveles de HAP y pueden acumularse en interiores de las viviendas de personas fumadoras.
- Compuestos fenólicos: el bisfenol A se encuentra en este grupo, pero también otros muchos químicos más (como el butilhidroxitolueno, el nonilfenol y el ácido pícrico). Pueden comportarse como estrógenos alterando el ciclo reproductivo, pero también pueden dar lugar a la aparición de algunos tipos de cáncer.
Existe un importante control mundial con respecto al uso de los disruptores endocrinos
Aunque todos estos datos parezcan muy alarmantes, no hay que perder la calma. Hoy en día, hay un gran esfuerzo por parte de los gobiernos y las autoridades sanitarias para evitar todo lo posible el uso de disruptores endocrinos en productos de uso común. Muchos de ellos se están prohibiendo y se sigue estudiando para identificar su presencia en miles de productos (desinfectantes, insecticidas y cosméticos, sobre todo).
Podemos tomar medidas en nuestro día a día para reducir la exposición
Y mientras tanto, ¿qué podemos hacer por nuestra parte para reducir el contacto con dichos disruptores lo máximo posible? Podemos hacer pequeños cambios en nuestro día a día. Muchos de ellos están en productos de consumo, por lo que conviene prestar más atención aciertos artículos que compremos.
Así, es conveniente evitar productos fabricados de policarbonato o cloruro de polivinilo, como los que se emplean e algunos casos para envasar alimentos o forman parte de productos dirigidos a niños (juguetes, ropa, …)
Reducir progresivamente el empleo de plásticos es una buena medida de prevención
Suele resultar muy práctico reutilizar botellas de plástico para hidratarnos a lo largo del día, pero es conveniente cambiarlo por botellas de acero inoxidable o de vidrio. De la misma manera, hay que evitar envolver la comida o calentarla en fiambreras de plástico y cambiarlas por utensilios de cerámica o de vidrio. Tampoco se deben calentar los tuppers de plástico en el microondas o lavarlos en el lavavajillas ya que las altas temperaturas propician la liberación de los elementos tóxicos del plástico. La recomendación se basa en que estos plásticos pueden contener ftalatos (BPA).
Otra medida sencilla para reducir la exposición a través del agua del grifo sería instalar en casa máquinas sencillas filtradoras de agua o poner un equipo de ósmosis y luego beber directamente el agua en un recipiente de cristal. De esta manera, no solo aseguramos que no haya microplásticos en el agua del grifo, sino que la botella no desprenderá ninguna partícula.
En la línea de la comida, conviene saber que la mayoría de las latas de conserva están recubiertas en su interior por una película plástica que libera bisfenol. Esta capa fina de plástico se pone para evitar que lleguen al alimento los residuos metálicos que componen la lata. Se trata de un efecto acumulativo, por lo que no se trata de dejar de consumir latas, pero sí se recomienda reducir al máximo el consumo de alimentos enlatados e intentar no tomar más de 2 latas por semana.
Igual que, en la medida de lo posible, la fruta, verdura y hortalizas conviene comprarlas fresca y guardarlas en bolsas de papel, evitando aquellas que se venden en bandejas que pueden tener poliuretano y están recubiertas con un film de PVC.
Otra idea práctica, aunque puede resultar pesada, es la de acudir a la compra con nuestras propias bolsas de tela o malla para evitar el empleo de las bolsas de plástico.
También en los cosméticos podemos encontrar disruptores endocrinos. Desde champús, tintes para cabello o pastas dentales hasta esmaltes, jabones e, incluso, lubricantes. Lo recomendable es adquirirlos siempre en centros autorizados y no en cualquier bazar y, si es posible, revisar sus etiquetas consultando su composición en la lista de disruptores endocrinos para identificar si los contienen.
En el caso de tener bebés, hay que dedicar unos segundos a la hora de comprar los chupetes y tetinas del biberón para comprobar que no se han fabricado con bisfenol. Para nuestra tranquilidad, cabe decir que desde el año 2011 ya no se fabrican biberones con bisfenol A, pero nunca está de más verificarlo y revisar la composición.
Un producto que puede ser sorprendente y de uso bastante común son los tickets de compra y de los cajeros automáticos. Aunque mucha gente tiende a acumularlos, lo mejor es desecharlos lo antes posible ya que también contienen bisfenol A y este puede ser absorbido a través de la piel. La clave está en no acumularlos en casa y no estar en contacto con ellos mucho tiempo.
Como puede comprobarse, el contacto con los disruptores endocrinos en la sociedad moderna es continuo, especialmente en el ámbito de la alimentación e incluso en nuestra propia casa. No hay que volverse loco, pero intentar ir reduciendo lo máximo posible el consumo de plásticos, apostar por alimentos frescos o a granel, así como dedicar unos minutos a revisar los componentes de los plásticos que compremos son medidas sencillas para ir reduciendo progresivamente la acumulación de estos disruptores endocrinos. Es una contaminación invisible, así que ser concientes de su existencia e intentar reducir la exposición es la mejor solución. Tanto el planeta como nuestro cuerpo nos lo agradecerán.