La testosterona es una hormona presente en hombres y en mujeres y su deficiencia puede generar distintas enfermedades
Cuando hablamos de la testosterona, solemos asociarla a los hombres, a la virilidad, fuerza, aumento de vello y masa muscular… pero, aunque pueda resultar sorprendente para algunos, se trata de una hormona que producen tanto hombres como mujeres, aunque en nosotras se produzca en menor cantidad. De hecho, es tan importante que unos niveles bajos de testosterona pueden generar problemas cardíacos, pérdida de masa ósea o bajada de las defensas, tanto en hombres como en mujeres.
En las mujeres, los ovarios y las glándulas suprarrenales son las encargadas de producir testosterona
En los hombres, los testículos son los encargados de producir la testosterona en mayor cantidad y, en las mujeres, durante la edad fértil, la testosterona es producida por los ovarios y en los tejidos periféricos; en este último caso, por la conversión de la androstendiona y el sulfato de dehidroepiandrosterona (SSDHEA), que son preandrógenos sintetizados por los ovarios y las glándulas suprarrenales. La enzima 5α-reductasa metaboliza la testosterona en los tejidos diana, dando lugar a la dihidrotestosterona (DHT), que es el andrógeno más potente y también es el que más afinidad tiene para unirse al receptor de andrógenos.
Por su parte, las glándulas suprarrenales, situadas por encima de los riñones, son las responsables de producir la testosterona hasta que se inicia la ovulación. Así, ya se pueden detectar niveles de testosterona en niñas de entre 6 y 8 años, cuando se produce la maduración de la zona reticularis de estas glándulas suprarrenales y da lugar a la mayor producción de SDHEA, anunciando el inicio de la adrenarquia (aumento de la producción de hormonas sexuales que se manifiesta con la aparición de vello púbico, vello axilar u olor corporal).
La producción cíclica de testosterona por los ovarios comienza con la ovulación y va aumentando sus niveles hasta alcanzar un pico máximo en la mitad del ciclo. Se mantiene elevada durante la fase lútea (período entre la ovulación y la menstruación en el que el endometrio se prepara para un posible embarazo) y luego empieza a descender. También se ha documentado una variación a lo largo del día, detectándose concentraciones más elevadas por la mañana.
Los niveles de testosterona disminuyen con la edad y por determinadas enfermedades o tratamientos médicos
Entre los 30 y 40 años se tienden a alcanzar las concentraciones máximas de testosterona y tanto esta como sus precursores comienzan a disminuir entre los 50-55 años. Este descenso no está claramente asociado al inicio de la menopausia, sino a la disminución de la función de los ovarios y las glándulas suprarrenales con la edad.
No obstante, aparte de la disminución natural de la testosterona que se va produciendo con los años, puede haber otras circunstancias que también ocasionen una disminución de la testosterona:
- Alteración de las hormonas del hipotálamo
- Insuficiencia ovárica primaria (fallan los ovarios)
- Aumento anormal de la hormona prolactina
- Asociado a otras enfermedades: VIH, enfermedades del hígado
- Menopausia por extirpación de útero y ovarios
- Quimioterapia y radioterapia en pelvis
- Tratamiento continuado con corticoides (se bloquea la producción de andrógenos desde las suprarrenales)
- Anticonceptivos (inducen un pérdida de la producción de andrógenos desde los ovarios)
- Fármacos como el fenobarbital, fenitoína, carbamazepina, algunos antidepresivos y antihipertensivos (disminuyen la testosterona libre).
Tanto el déficit como el exceso de testosterona pueden resultar perjudiciales
Un aumento en la producción de testosterona y, por tanto, de sus niveles, como sucede en el Síndrome de Ovario Poliquístico, puede resultar perjudicial para la salud y ocasionar distintos síntomas como irregularidades menstruales e infertilidad, piel grasa y con tendencia al acné, caída del cabello o aumento del vello facial y en zonas del cuerpo donde suele haber más vello en los hombres (pecho, espalda…).
Pero, lejos de verla como una hormona únicamente masculinizante, la testosterona, cuando se encuentra dentro de sus niveles fisiológicos, participa en una gran cantidad de procesos metabólicos, y favorece un correcto funcionamiento de los sistemas cardiovascular, inmunológico, óseo o el deseo sexual.
La falta de deseo sexual, la fatiga generalizada y la sensación de pérdida de bienestar pueden ser debidos a un déficit de testosterona
Los niveles de testosterona que se aceptan como normales se sitúan entre 24 y 47 ng/dl, considerándose que una mujer tiene un déficit de testosterona cuando se encuentran por debajo de 12 ng/dl.
Su deficiencia se puede manifestar por la pérdida de la libido y la disminución global del deseo sexual, fatiga persistente y falta de ganas para hacer cosas, unido a una sensación de pérdida del bienestar general que no es achacable a otras causas.
Es importante identificar estos síntomas para consultar con el médico y poder investigar, con un buen estudio hormonal, si los síntomas que tenemos son solo estrés y/o falta del descanso adecuado, o podemos encontrarnos ante un problema de déficit de testosterona. En ese caso, también habría que revisar la medicación que se toma, intervenciones quirúrgicas realizadas y tratamientos médicos previos a los que se haya sometido la paciente, su edad… Es decir, un estudio completo que confirme e identifique el descenso de la testosterona.
La testosterona contribuye al bienestar y a tener una vida sexual más satisfactoria
Numerosos estudios se han dedicado a evaluar los riesgos y beneficios del empleo de la testosterona como tratamiento de estos síntomas, resultando sobre todo apropiada para el tratamiento de la disfunción del deseo sexual hipoactivo, el cual puede afectar hasta a un 32 % de las mujeres de mediana edad. Y es que tener unos niveles adecuados de testosterona también es necesario para estimular el deseo sexual, las fantasías y la energía para mantener relaciones sexuales.
En muchas mujeres se ha visto que, con el tiempo, asociado a un descenso en las cifras de testosterona, se produce una disminución del deseo y de la práctica sexual, lo que acaba repercutiendo de manera importante en su vida personal y de pareja. Es lo que se conoce como Trastorno de Deseo Sexual Hipoactivo y es mucho más frecuente de lo que se cree.
Según nuevos estudios como los publicados en la revista clínica IntraMed, las mujeres que han llevado a cabo tratamientos con testosterona acabaron aumentando su interés, fantasías y la actividad sexual, mejorando notablemente su calidad de vida.
¿Dónde se han visto también mejorías tras el empleo de testosterona como tratamiento médico?
Pasemos a verlo:
En la mejora de la función cognitiva
La testosterona tiene un efecto neuroprotector en las mujeres. Diversos estudios, como los publicados por la revista médica Maturitas (Official Journal of the European Menopause and Andropause Society), mostraron que las mujeres post menopáusicas con enfermedad de Alzheimer tenían niveles más bajos de testosterona.
Por el contrario, aquellas mujeres premenopáusicas que tenían altos niveles de testosterona tenían más habilidad en el manejo de actividades matemáticas y espaciales, un mejor rendimiento cognitivo, y más capacidad de memoria y concentración.
Mejora la atrofia y calidad de los tejidos de la zona íntima
En otras investigaciones se objetiva que el empleo de testosterona intravaginal en mujeres post menopáusicas puede mejorar la calidad de estos tejidos cuando existe atrofia y sequedad de la zona íntima. Se ha visto que, en comparación con el placebo, la testosterona intravaginal mejora significativamente el deseo sexual, la lubricación, la satisfacción y la dispareunia (dolor durante la penetración vaginal o su intento).
Además, se observa que las medidas objetivas y subjetivas de la vaginitis atrófica también mejoran. Todo esto puede explicarse porque se han identificado receptores de andrógenos en la mucosa vaginal, la submucosa, el estroma, el músculo liso y el endotelio vascular. Estos receptores también van disminuyendo con la edad, pero se observa que los genes que los expresan aumentan tras la administración de testosterona intravaginal, lo que compensaría su déficit.
La aromatasa, que es la enzima que convierte la testosterona en estradiol, y los isótopos 1 y 2 de la 5α-reductasa, que convierten a la testosterona en DHT, también están presentes en el tejido vaginal, lo que justificaría su empleo por esta vía.
Tradicionalmente, la atrofia vulvovaginal es tratada con dosis bajas de estrógenos intravaginales, resultando un tratamiento muy seguro y eficaz, pero en mujeres en las que no se puedan realizar terapias con estrógenos vaginales (por ejemplo, en mujeres con cáncer de mama tratadas con inhibidores de la aromatasa), el empleo de la testosterona vía vaginal resulta una propuesta altamente esperanzadora.
Previene enfermedades cardiovasculares como la hipertensión arterial
Otra de las ventajas de la testosterona es sobre el sistema cardiovascular. La creencia general era que la testosterona aumentaba el riesgo de enfermedad cardiovascular. Diversos estudios concluyen que es un estado de déficit de andrógenos (déficit de testosterona) el que aumentaría el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Así, lo que se observa es que la testosterona, en concentraciones adecuadas, favorece que la capa interna de las arterias (endotelio) permanezca en buen estado y previene su endurecimiento. Ello sumado a la capacidad que tiene de liberar óxido nítico, que es una molécula con acción vasodilatadora, ayudaría también a reducir la resistencia en los vasos arteriales disminuyendo la tendencia a la hipertensión arterial que se tiene en la menopausia y que está relacionado con el descenso de los estrógenos.
Mejora el estado metabólico y el sistema músculo-esquelético
A nivel metabólico, la testosterona favorece la quema de grasa y ayuda a la formación de músculo y tejido óseo. Esto, por una parte, favorece que se tenga un metabolismo activo y menor tendencia al aumento de peso (por aumento del tejido muscular) y por otro disminuye el riesgo de fractura al aumentar la formación de tejido óseo (el riesgo de fracturas aumenta en la menopausia con la reducción natural de los estrógenos).
La testosterona siempre debe ser mandada por un médico especialista, evitando cualquier otro tipo de suplementos o hierbas
La testosterona siempre debe ser prescrita por un médico especialista e individualizar el tratamiento (vía de administración, la dosis) en función del caso particular de cada paciente. La forma de administración puede ser mediante geles y cremas, en parches que se adhieren a la piel y en forma de dispositivos subcutáneos como un granito de arroz que van liberando la testosterona de manera paulatina. Como digo, siempre supervisado y personalizado por un especialista.
Aparte del tratamiento médico, que se ha visto muy esperanzador y satisfactoriamente eficaz, la testosterona también puede elevarse de manera natural:
- A través de la alimentación: se ha demostrado cómo una dieta rica en proteínas de calidad como el pescado, carne magra o las legumbres, así como la supresión de los azúcares refinados y las grasas saturadas ayudan a elevar sus niveles. Comer suficientes proteínas previene la pérdida de masa muscular y esto favorece el incremento de la testosterona. Es un error eliminar por completo la grasa de la dieta. Lo que hay que suprimir son las grasas saturadas (bollería, snacks, patatas fritas…). Sin embargo, los ácidos grasos esenciales, como el omega 3 y el omega 6, son imprescindibles también en la síntesis de testosterona. Una dieta excesivamente baja en grasas puede provocar una reducción en la producción de distintas hormonas como sería la testosterona.
- Haciendo ejercicio: según diversos estudios, todas las formas de ejercicio físico pueden aumentar los niveles de testosterona. Sin embargo, los ejercicios de resistencia como el levantamiento de pesas y el entrenamiento de intervalos con alta intensidad son los más efectivos
- Mantener unos niveles adecuados de vitamina D: desde luego, esta hormona-vitamina “nos sirve para todo”. Diversos estudios indican que la vitamina D favorece la síntesis de testosterona, y que mantener unos niveles estables y constantes en sangre es un estímulo natural para la producción de testosterona. La fuente principal de esta vitamina es la luz del sol, por lo que, si hipotéticamente fuera posible, lo ideal sería poder exponernos a la luz del sol durante 20 minutos a primera o última hora del día (la menos dañina) todos los días, sin crema de protección solar y, por supuesto, rápidamente después de este tiempo, aplicarnos el fotoprotector. Algo que la mayoría de las veces no es posible debido a nuestro ritmo de vida. Además, sería conveniente realizarnos unos análisis clínicos que incluyan niveles de vitamina D para que sea nuestro médico quien indique si tenemos una deficiencia en esta vitamina, así como el medicamento y la dosis necesaria para suplementarla.
- Dormir las horas suficientes: la cantidad y la calidad del sueño son fundamentales para disfrutar de una buena salud. Y en esto también influyen los niveles de testosterona. De hecho, hay estudios que sugieren que dormir menos de 4 horas diarias podría reducir sus niveles al límite del valor normal.
- Limitar la exposición a disruptores endocrinos. Se trata de sustancias químicas similares al estrógeno y presentes en el día a día que pueden alterar los niveles de testosterona. Habría que tratar de minimizar la exposición diaria al BPA (Bisfenol A), parabenos y otras sustancias químicas que se encuentran en algunos tipos de plástico.
Podríamos resumir que la testosterona no es solo cosa de hombres y es una hormona con importantes funciones también en la mujer y necesaria para tener una vida sexual satisfactoria y feliz, tener energía, fuerza y un buen tono muscular, proteger el sistema cardiovascular o prevenir la pérdida de masa ósea.
A partir de los 40-50 empiezan a disminuir sus niveles de manera natural, aunque hay tratamientos o circunstancias médicas que podrían acelerar y potenciar este descenso, como una histerectomía y extirpación de ovarios.
Un déficit muy marcado de la testosterona repercute notablemente en la calidad de vida de la paciente, tanto física como mentalmente (fatiga, aumento de grasa corporal, debilidad muscular, disminución de la libido, hipertensión arterial), por lo que sería conveniente que un médico especializado realizara los estudios pertinentes para poder llegar al diagnóstico adecuado y ajustar en cada caso el mejor tipo de medicación.
Conclusión, la testosterona no hace discriminación entre sexos.