Quien más y quien menos ha tenido, o conoce a alguien que tiene alteradas la cifras recomendadas de colesterol. Y después de las Navidades es bastante probable que más.

El colesterol elevado no produce síntomas 

La “trampa” del colesterol es que no da ningún síntoma, y solo es posible saber si está alterado mediante la realización de unos análisis de sangre. A diferencia de una úlcera, una neumonía , una arritmia… los niveles elevados de colesterol en sangre no producen en sí mismos ningún síntoma, pero si no se disminuyen, pueden desencadenar acontecimientos muy serios.

El colesterol es fundamental para muchos procesos vitales

El colesterol, aunque puede sonar paradójico, es un sustancia fundamental para la vida. Como he dicho anteriormente, el problema está cuando se encuentra en cantidades demasiado elevadas.

Entre sus funciones se encuentra el participar en la formación de los ácidos biliares que son necesarios para la digestión de las grasas procedente de los alimentos. O es utilizado, mediante los rayos solares, para la síntesis de vitamina D, protegiendo a la piel de agentes químicos y deshidrataciones. Es altamente importante para la formación de distintas hormonas como las sexuales o las de tiroides. Para todo ello, el colesterol es transportado desde el intestino y el hígado a los distintos órganos donde en el interior de las células llevará a cabo sus funciones.

El exceso de colesterol puede formar placas que obstruyan los vasos arteriales o fragmentos de esas placas que obstruyan a distancia 

Pero como ya os he comentado, todo en su justa medida. Un exceso de colesterol en sangre puede acabar acumulándose como depósitos de grasa en las paredes de los vasos arteriales hasta el punto de llegar a obstruirlos o, sin llegar a esto, reducir el calibre del vaso lo suficiente para que en condiciones en las que se necesite un mayor aporte de sangre a los tejidos y órganos, dicho vaso resulte insuficiente, pudiendo dar lugar a una isquemia o un infarto.

Otras veces, esos depósitos pueden romperse de repente y formar un coágulo que viaje a distancia, pudiendo ocluir vasos arteriales más lejanos y dar lugar a un infarto cardíaco o accidentes cerebro-vasculares. Por todo ello, merece la pena tener un poco más en cuenta la dieta y realizar controles analíticos periódicos que nos informen de las cifras de colesterol.

El mayor porcentaje de colesterol lo produce nuestro organismo

Para conocer un poco más en qué consiste esta sustancia, hay que decir que el colesterol se obtiene principalmente de dos fuentes; en mayor proporción, un 80%, es producido por nuestro propio hígado, y el 20% restante es incorporado a través de la alimentación.

Por eso, tener un colesterol elevado no va a depender únicamente de lo que comemos, sino que un alto porcentaje lo marcará lo que elabore nuestro cuerpo y estará condicionado genéticamente. Así, hay determinadas familias que presentan alteraciones genéticas que dan lugar a un aumento de la producción propia de colesterol.

Las necesidades de colesterol disminuyen con la edad por lo que es fundamental controlar la alimentación 

Con la edad, la producción de colesterol disminuye porque el organismo necesita mucha menos cantidad para funcionar correctamente en comparación con la infancia o adolescencia, así que es fundamental controlar lo que se ingiere con la dieta para evitar acabar aumentando en exceso los niveles de colesterol total.

Tener el colesterol total elevado no implica necesariamente riesgo cardiovascular 

Cuando estamos valorando si las cifras de colesterol son demasiado elevadas y por tanto se tiene riesgo cardiovascular, es un error fijarse únicamente en las cifras de colesterol total, ya que este representa la suma de diferentes colesteroles, entre los que se encuentra el conocido como “colesterol bueno “ o HDL.

Si las cifras de este último estuvieran muy elevadas, aumentarían paralelamente las cifras totales de colesterol, pudiéndose interpretar erróneamente como que se tiene el colesterol elevado y por tanto, riesgo cardiovascular.

Por eso, al interpretar una analítica , es muy importante conocer y analizar los distintos tipos de colesterol que se tienen y de manera correcta, no fijándonos únicamente en las cifras de colesterol total.

Hay que valorar los distintos tipos de colesterol para hablar de colesterol elevado 

Como el colesterol es una sustancia insoluble en medios acuosos, para poder ser transportado por la sangre tiene que unirse a unas lipoproteínas que van a dar lugar a los distintos tipos de colesterol. Así, se puede clasificar el colesterol en función de su composición en dichas lipoproteínas y sus diferentes funciones.

El LDL o colesterol “malo” son las siglas de las Lipoproteínas de baja densidad. Son las lipoproteínas encargadas de transportar el colesterol a los tejidos para su utilización, incluyendo las arterias. La mayor parte del colesterol en sangre es colesterol LDL (c-LDL). Cuanto mayor sea el nivel de colesterol LDL en sangre, mayor es el riesgo de enfermedad cardiovascular.

El HDL, también conocido como colesterol “bueno” se refiere a las Lipoproteínas de alta densidad. Son las encargadas de recoger el colesterol de los tejidos y transportarlo al hígado para su eliminación a través de la bilis. Un nivel bajo de colesterol HDL (c-HDL) aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular mientras que un nivel elevado tendría un efecto cardioprotector.

La capacidad cardioprotectora del colesterol HDL depende de su capacidad antioxidante, forma, tamaño o capacidad de retirar el colesterol de los tejidos

No obstante, según los últimos estudios, ya se ha visto que, a nivel de protección cardiovascular, no es tan importante tener un HDL elevado (que incluso podría ser perjudicial en cantidades muy elevadas) sino que dependería de otros aspectos como el tamaño de las partículas HDL, su forma, la capacidad antioxidante que tengan y sobre todo, lo eficaces que sean transportando el colesterol de los tejidos hacia su eliminación en el hígado.

Así que el mito aquel de que el colesterol HDL elevado “compensa” un colesterol LDL o “malo” elevado también tenemos que empezar a desterrarlo de la cabeza.

Es bueno tenerlo elevado pero no compensa nada. Las últimas recomendaciones sobre riesgo cardiovascular aconsejan un nivel de colesterol LDL lo más bajo posible con independencia de las cifras de HDL colesterol. Y , además, lo que realmente importaría sería lo eficaces que fueran esas partículas HDL en su función y no tanto el número en el que se encuentran.

El colesterol no HDL estima con mayor precisión el riesgo cardiovascular. Mantenerlo en valores normales reduca considerablemente la incidencia de complicaciones

Existe otro tipo de colesterol muy importante y que no suele aparecer de manera rutinaria en los controles analíticos, por lo que en la mayoría de las ocasiones, hay que calcularlo. Es es el colesterol no HDL (c-NO-HDL) y se utiliza para la estimación de la cantidad total de lipoproteínas aterogénicas en plasma, es decir, mide las partículas de colesterol potencialmente predispuestas a depositarse en los vasos arteriales y formar placas de ateroma , de ahí su importancia.

Se ha visto que predice con mayor exactitud el riesgo de eventos cardiovasculares mayores que el c-LDL y cualquier intervención que haga disminuir sus niveles reduce de manera significativa la incidencia de la cardiopatía arteriosclerótica.

Según las últimas guías, mantenerlo en valores normales se contempla como una diana terapéutica, recomendándose unas cifras entre 100 ó 130mg/dl para aquellos pacientes con muy alto riesgo o alto riesgo cardiovascular, respectivamente. Este colesterol se calcula restando al colesterol total los valores de colesterol HDL siendo un valor elevado por encima de 130 mg/dl.

Es fundamental mentalizarse de la importancia de mantener el colesterol controlado y de la constancia en las medidas para llevar a cabo

¿Y qué podemos hacer nosotros para mantener a raya todos estos tipos de colesterol? En otro post os hablaré con más detalle de los tratamientos farmacológicos y nutricionales para reducirlo pero en este os hago un breve adelanto de las medidas básicas que se pueden realizar para mantenerlo sin sobresaltos.

Como ya hemos visto, hay un alto porcentaje del colesterol total que produce nuestro cuerpo y que incluso en ocasiones está elevado genéticamente, y sobre el que ya no podemos actuar. Pero si potenciamos al máximo las medidas que sí se pueden modificar, reduciremos mucho las probabilidades de necesitar medicación para controlarlo. La mayoría de estas medidas ya las conocemos y nos las sabemos, e incluso sirven de propósito principal para el nuevo año. Ahora solo falta mentalizarse de la importancia de llevarlas a cabo e integrarlas de manera rutinaria en el día a día.

Dejar de fumar: Diversos estudios han demostrado que la nicotina del tabaco inhalada activa el sistema nervioso simpático, lo que provoca una liberación de catecolaminas . Estas a su vez activan a unas enzimas intestinales llamadas lipasas que originan un ascenso de los niveles de las lipoproteínas de baja densidad (LDL), que son las más pequeñas, densas y aterogénicas, y una disminución de las lipoproteínas de alta densidad (HDL) más cardioprotectoras. Es decir, fumar contribuye a aumentar las cifras de colesterol malo, desciende los niveles del más bueno y esto predispone a que los vasos arteriales sean más vulnerables a la formación de coágulos. La buena noticia es que la suspensión del hábito tabáquico consigue a largo plazo volver a incrementar las cifras del colesterol HDL.

Hacer ejercicio: La Sociedad Europea de Arteriosclerosis y la de Cardiología aconsejan conjuntamente realizar al menos 30 minutos de ejercicio al día al menos 5 días por semana. No hace falta dedicar un tiempo excesivo para tener resultados beneficiosos, basta con caminar, correr, bici, natación .. pero realizado de forma continuada el tiempo que se practique y de manera rutinaria. Se recomienda combinarlo con ejercicio de resistencia como pesas o tonificación y de flexibilidad como el yoga o estiramientos. Su práctica regular tiende a disminuir el colesterol-LDL y a aumentar el HDL ,previene la mortalidad prematura por cualquier causa, así como la incidencia de cardiopatía isquémica, enfermedad cerebrovascular, hipertensión arterial, cáncer de colon y mama, diabetes tipo 2 y síndrome metabólico. Merece la pena empezar a practicarlo

Evitar el sobrepeso: Como ya sabemos, un exceso de peso es perjudicial para muchas cosas; infartos, cánceres, problemas articulares, calidad de vida… esto es especialmente importante cuando el exceso de grasa se localiza a nivel abdominal. Es precisamente este tipo de grasa, la llamada grasa visceral, la que está relacionada con un aumento del riesgo de desarrollar diabetes, gota, hipertensión arterial , triglicéridos altos , descenso del colesterol HDL, aumento del LDL y, en consecuencia, es también un factor de riesgo cardiovascular. Prevenirla y combatirla es clave para proteger nuestro organismo, según han demostrado muy diferentes investigaciones. Concretamente, en estudios realizados en pacientes intervenidos mediante cirugía bariátrica en los que se reducía notablemente el perímetro abdominal, se podía observar como se producía un ascenso de las partículas HDL y aumentaba la capacidad de estas de conducir el colesterol malo a su eliminación en el hígado. La medida del perímetro abdominal se puede realizar de una forma sencilla. Hay que ponerse de pie con los pies juntos y rodear con una cinta métrica la cintura a la altura del ombligo y sin presionar hacer una inspiración profunda y al momento sacar el aire. La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece el valor máximo saludable del perímetro abdominal en 88 centímetros en la mujer, mientras que en el hombre el valor es de 102 centímetros.

Cuidar la alimentación: diversos estudios ya han constatado que seguir una dieta mediterránea (con aceite de oliva, cereales integrales, frutas y verduras, nueces y baja en grasas) hace que las partículas de colesterol HDL aumenten en número, mejoren su capacidad antioxidante y sean más eficaces en la retirada del colesterol malo haca el hígado. Y , por otra parte, hay que reducir al máximo los alimentos que contribuyen a aumentarlo. Así por ejemplo, y de consumo muy habitual, están los quesos, especialmente los sometidos a un mayor proceso de curación y los de untar, como por ejemplo el gouda, el emmental, el queso de cabra curado, el parmesano o el brie y el resto de fiambres, incluido el jamón York. También es de sobra conocido que hay que retirar las carnes rojas, vísceras y casquerías, el marisco, nata, mantequilla, bollería, pasteles, salchichas, hamburguesas, pizzas, refrescos azucarados , lácteos enteros o el alcohol. El huevo puede tomarse pero controlando que no sobrepasen las 4 unidades a la semana.

Realizar una analítica anual o cada 6 meses según el caso, nos puede aportar información sobre cómo nos encontramos e ir tomando las medidas oportunas sin abandonarnos. Pero siempre realizando una correcta interpretación de los análisis para evitar confusiones e ideas erróneas sobre los resultados ,que lleven a tomar acciones equivocadas. .Mejor que sea el médico de cabecera, el cardiólogo, el endocrino… quien haga interpretación e informe de la analítica, en vez de consultar a Juanita o a Pepito, o al señor Google si se tercia.