El virus del herpes suele afectar frecuentemente a la zona labial y la mayoría de la gente es portadora, es decir, que la mayoría tenemos el virus del herpes dormido en nuestro interior.  

Para entender mejor cómo se comporta el virus hay que imaginarse el cuerpo humano como un edificio de pisos: el piso del pelo, de la frente, de los ojos y las orejas, de la boca, del pecho… El virus del herpes tiene la capacidad de infectar uno de nuestros pisos y quedarse escondido en él. La mayoría de las personas son portadoras del virus “en el piso de la boca” y, por eso, ante determinados estímulos aparece un herpes en el labio (a veces lo llaman “calenturas”). Era un herpes que estaba escondido y se ha despertado, aparece la calentura y luego se cura hasta la próxima vez que aparezca (a los pocos días, al cabo de años o nunca).

El comportamiento del herpes ocular es muy similar. El contagio es por contacto (la persona toca una lesión de un herpes y posteriormente se toca el ojo) y el virus queda dormido “en el piso del ojo”. Los brotes sucesivos aparecerán en el ojo con consecuencias algo peores que en la boca, por lo que os contaré posteriormente.

Como concepto general, todo paciente que presenta una herida en el ojo sin haberse golpeado debe ser sospechosa de un herpes. El ojo suele ponerse rojo y el paciente nota una serie de síntomas:

  • Sensación de cuerpo extraño
  • Lagrimeo
  • Dolor
  • Molestias con la luz
  • Visión borrosa

En el ojo no aparecen las típicas vesículas de la boca, pero sí unos defectos típicos en forma de ramas que vemos en la figura 1. En ella aparece la imagen de un ojo con una úlcera por un herpes con luz azul y tinción con fluoresceína (amarillo). La fluoresceína tiene la capacidad de teñir los defectos de la córnea (la parte anterior del ojo), con lo que podemos identificar fácilmente el contorno de la úlcera con su típica forma de árbol. En este caso, el paciente no refería disminución de visión porque la úlcera no ocupaba el eje de la visión.

Los pacientes con antecedentes de herpes suelen reconocer los síntomas por la similitud entre los brotes, pero los pacientes que nunca han presentado un episodio de herpes ocular los desconocen. Esto no debe preocupar ya que suelen ser tan molestos que justifican una consulta al oftalmólogo o a un servicio de Urgencias. Otro asunto sería los pacientes con otros tipos de manifestaciones oculares por el herpes:

  • Uveítis
  • Queratitis estromales
  • Afectación en pacientes trasplantados

En general, el herpes suele ser fácil de identificar si tenemos la sospecha y teñimos el ojo con la fluoresceína (Figura 2). Pero, en determinadas ocasiones, la imagen no es tan típica (Figura 3) y tenemos que poner un tratamiento antiherpético, aunque finalmente no se trate de un herpes. Preferimos esta actitud antes que solicitar pruebas de análisis de herpes que son muy caras, poco sensibles y, sobre todo, suelen tardar tanto que el paciente muchas veces se ha curado antes de tener los resultados.

La figura 2 presenta dos úlceras herpéticas simultáneas en el mismo ojo. Esta forma de las lesiones suele ser tan típica que difícilmente escapa a un médico que haya visto un herpes con anterioridad.

En la figura 3, en el ojo de la izquierda se aprecia una tinción puntual amarillenta en un ojo con antecedentes de herpes ocular y con nuevos síntomas. Esto nos debe hacer pensar en una reactivación y en instaurar un tratamiento. En el ojo de la derecha, la imagen es algo más sugestiva de herpes por su trayecto lineal horizontal, con algunas ramificaciones muy tenues.

No hablaremos del tratamiento del herpes porque compete a un libro de Oftalmología, pero solo diremos que suele tratarse limpiando la herida con algún bastoncillo y aplicando antiherpéticos específicos, algún antiinflamatorio y antibióticos. Estos últimos no tienen efecto sobre el herpes pero se suelen pautar como prevención de una posible infección, ya que el herpes produce una herida en el ojo (úlcera) que puede infectarse antes de cerrarse.

Como en la boca, hay que tener en cuenta que los episodios son autolimitados pero el tratamiento se instaura para aliviar los síntomas, que no haya una infección secundaria y que no quede ninguna cicatriz (Figuras 4 y 5). Este es el gran problema del herpes ocular: la cicatriz. Cuando un paciente tiene una cicatriz en el ojo y esta se encuentra en la zona central de la visión, el resultado es la disminución de la visión que solo puede resolverse con una operación.

En la figura 4, mediante unas técnicas de imagen adecuadas, podemos identificar la profundidad de las cicatrices en la córnea. En el caso superior, se aprecia una zona más blanquecina en la región más superior, correspondiente a una cicatriz corneal por un herpes. En el caso inferior, aparecen dos engrosamientos muy delimitados y superficiales que afectaban a la visión del paciente. Los dos pacientes son candidatos a cirugía pero, en el primer caso, tendremos que retirar toda la córnea central (trasplante de córnea), mientras que en el segundo caso se puede retirar solo la zona superior, que es donde están las cicatrices.

Respecto a la figura 5, en el caso de la izquierda, se aprecian distintas cicatrices puntiformes por toda la córnea que dificultaban la visión del paciente. En el caso de la derecha, se observa una cicatriz central extensa causada por episodios repetidos de herpes ocular. Ambos casos son susceptibles de tratamiento quirúrgico.

En resumen: el herpes puede aparecer en cualquier persona, da unos síntomas bastante llamativos, dependiendo de los casos se diagnostica más o menos fácilmente y el tratamiento es bastante efectivo. El mayor peligro del herpes son las cicatrices en la córnea, que pueden limitar la visión y requerir una intervención quirúrgica.